Cómo volví a liderar mi vida

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Mi mayor reto para volver a liderar mi vida: Serle infiel al sufrimiento y a adaptarme a una vida más feliz. Estaba muy mal yo de apegos.


A uno le toca reinventarse cuando una situación no da para más. Cuando llega el agotamiento absoluto y vivir así resulta doloroso. Recuerdo la primera vez que tuve que volver a empezar de ceros: Tuve que construir un idioma adicional, nuevas conexiones cerebrales y aprenderlo todo de nuevo.

Me vi abocada a la necesidad de desmontar todo lo que había aprendido y a instalar nuevos programas que fueran efectivos para comunicarme, valerme en una ciudad desconocida, ser ama de casa y entregarme al cambio.

Lo reconozco… no fue voluntario. La vida simplemente me obligó a buscar formas de seguir siendo funcional y volver a liderar mi vida.

Mi resistencia al cambio

Lo más difícil fue el idioma. Yo pretendía que el alemán se comportara estructural y gramaticalmente igual al español y peleaba porque esos alemanes tenían formas raras de hacer las cosas. Todo lo que no fuera mi forma era raro y mirado con sospecha.

Había un freno mental a aceptar todo lo desconocido y lo que no dominaba. Miedo a cambiar y dejar de ser lo que era o, peor, a comenzar a parecerme a lo que había tildado de raro.

Lo mismo me pasó con la comida. Al principio me rechazaba comer cosas exóticas y no sabía apreciar los condimentos. Los platos que yo consideraba normales y deliciosos eran raros para el resto del mundo, tal como para mí lo eran los de ellos.

En general, vivía en una confrontación pasiva en la que cada cual se apegaba a lo suyo para validar su punto de vista y lo que consideraba correcto.

Volver a liderar mi vida

Un día tuve un momento de lucidez y me di cuenta de que entre más insistiera en hacer las cosas de la forma que conocía, más sufrimiento me echaría encima. Es difícil cuantificar cuanto cambio mi vida cuando decidí dejar de ser lo que había sido y comenzar a apreciar lo que tenía a mi alrededor: Lo feo, lo difícil y lo desagradable.

Darle la bienvenida a ese “horror” hizo que me gustaran más cosas y por consiguiente disminuyó el número de las que me disgustaban. Cuanto más apreciaba, menos rechazo sentía y menos sufrimiento tenía.

Simplemente me abrí a ver otras facetas de lo que tenia enfrente. Me puse los ojos de la gente que que las apreciaba y me dejé transmitir su amor por aquello que no me despertaba sino rechazo.

Decidí no lamentarme más por un pasado que no existía y se había escapado. Dejé de vivir en un futuro en el que me preocupaba por las reacciones de los demás si yo me embarcaba en esa aventura de disfrutar lo que tenia adelante. Ese día comencé a ser una knowmad.

Cómo ser infiel a la resistencia al cambio

Comencé por serle infiel a todos los que se habían solidarizado conmigo en su odio o su amor hacia algo. Solté todas mis pasiones. Las abandoné a conciencia porque engancharme a ellas me causaba dolor. Me liberé 🙂

Me volví una amante infiel que les echaba tierra. Me quité el luto y no las lloré más.

Aprecié lo que había perdido y me prometí valorar lo que tenia enfrente antes de que la vida se lo llevara de nuevo. Nunca más dejaría que al desaparecer los amigos, la tierra o el trabajo se llevaran mis sueños con ellos. La gratitud es para practicarla en el día a día.

Me juré a mí misma no quedarme otra vez sin nada. Me negué a que mi vida desapareciera cuando algo a mi alrededor dejara de existir. Nunca más me miraría al espejo para ver un ser vacío porque los de afuera se lo habían llevado todo. Mi proyecto de vida no podría basarse nunca más en las ataduras.

Ahora, cada vez que llega el inevitable momento del cambio me vuelvo otra vez infiel y redirecciono mi carrera como sea necesario. Soy la CEO de mi carrera  y no voy a permitir que las circunstancias decidan por mí. Me lanzo a liderar mi vida.

Después de haber vivido en 3 continentes y 8 ciudades distintas en 12 años me adhiero a la teoría de Darwin: Las especies que sobreviven no son las más fuertes sino las que mejor se adaptan 😉

Cambio es evolución y evolución es cambio.

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